MI VIDA Y LAS TELENOVELAS: Durmiendo con el enemigo (III)

Es muy probable que alguna vez hayáis escuchado eso de que fulanito/a habla sin saber de lo que habla. Pues bien, es posible que fulanito/a vea algo sin saber lo que ve.


Hace unos meses os explicaba que comparto mi vida con una persona que asegura no haber visto nunca una telenovela y que, de hecho, no veía con buenos ojos el género. Bueno, lo aseguraba, después de los últimos acontecimientos que demuestran eso de que a veces vemos algo sin saber muy bien qué es.
Durante nuestras vacaciones, en un hotel de otro país, la radio, reproducida en la televisión, deja sonar una canción titulada Nuestro amor. A mí las voces me resultaban familiares y ella las reconoció a la primera. Era de los RBD.
"¿Pero sabes quiénes son los RBD?", le pregunto, sorprendido.
"Claro. Si en nuestra época todas veíamos Rebelde", me responde.
"Entonces, sí que viste una telenovela, al menos". Mi sonrisa en este momento es extraordinaria.
"No era una telenovela, era una serie de jóvenes". Mi sonrisa en este momento decae.
La conversación sigue centrada en esas "series de jóvenes" de nuestra época. Me cuenta que también vio Floricienta.
"Pero para mí eran series, no telenovelas. No había esa carga de drama que sí hay en las que me has enseñado o de las que me has hablado", me argumenta.
Mi contraargumento se basa en que tanto Rebelde como Floricienta fueron concebidas para su emisión diaria en sus países de origen y que, además, son obra de empresas productoras claves en la historia del género. Aun concebidas para el público juvenil, estas producciones tienen arcos argumentales que bien podrían darse, con otros personajes, en cualquier telenovela.
"¿Y por qué las vendían como serie, entonces?". La eterna pregunta. La culpa la tienen quienes evitaban el término telenovela en cualquier promo, anuncio o nota de prensa. Pero esa ya es otra historia.

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