MIS DESVARÍOS: Patrocinar con cautelas

Es evidente que un patrocinio siempre hace que las cosas resulten más fáciles y cuenten con más medios. Una competición deportiva, un concurso, una actividad cultural o una producción audiovisual ganan si cuentan con quien las patrocine. Ganan ellas y, lógicamente, también las empresas patrocinadoras. No obstante, en el caso de las producciones audiovisuales, los patrocinios hay que observarlos con un poco más de lógica que en el resto de eventos.


Sobre estas líneas tenéis a Rodrigo, el personaje de Jaume Mateu en Fuego ardiente. Rodrigo entra a trabajar en Oléico, una empresa mexicana que produce aceite a partir del cártamo y que lo distribuye por todo México y parte de Estados Unidos y Asia. Oléico ha pagado un patrocinio que le permite publicitarse a través de Rodrigo y de otros personajes, como Irene (Claudia Ramírez), que tiene unas tierras dedicadas al cultivo de cártamo. Cabe pensar que Oléico esperaba recuperar el dinero invertido gracias a esa publicidad camuflada en una serie de personajes y tramas. Sin embargo, no sé si habrán parado a pensar en que muchos de los que vimos la telenovela lo hicimos desde fuera de México y que, por esa razón, nos va a ser materialmente imposible comprar sus aceites. Tampoco han debido de reparar en que, precisamente por esa razón, igual la publicidad puede resultarnos pesada, aun cuando esté bien insertada en las tramas. ¿Qué me puede importar a mí el aceite de cártamo de esta empresa si es muy probable que nunca llegue a comprarlo?
Reflexionaba sobre ello mientras veía Fuego ardiente y recordaba otros muchos casos de patrocinios con efecto en las tramas y los personajes. Entre ellos, me hacía gracia el de Quiero amarte. Nescafé obtuvo una notable presencia en la telenovela, supongo que tras aportar una considerable suma de dinero. Aun siendo consumidor ocasional de esta marca –de hecho, desayuno desde hace muchos años con una de sus tazas rojas–, el patrocinio se me hacía pesado. Y más allá de eso, pensaba en lo negativo que podría resultar para la empresa que los espectadores asociasen la marca a César (Flavio Medina), el villano y subdirector de la planta más importante de Nescafé en México. A fin de cuentas era ficción, pero ya sabéis que mucha gente confunde muy a menudo ficción y realidad y no descarto que alguien haya rechazado un Nescafé por asociarlo con este personaje y las cosas tan tremendas que hacía.
Reflexionando, como os decía, sobre estos y otros muchos casos, he llegado a concluir que patrocinios, sí, pero alejados de las tramas lo máximo posible. En Mentir para vivir todos tomaban leche Lala, que aparecía en todas las mesas, pero sin efectos en las tramas. Nadie trabajaba tampoco en esta empresa láctea. Puede resultar pesado para el espectador ver tanta botella de leche, pero no es tan invasivo como que, por ejemplo, te bombardeen con Nescafé y sus productos.

Creo que es un tema interesante para debatir un poco, especialmente si sabéis algo más de marketing o mercadotecnia que yo, que no tengo la más mínima idea y me limito solo a hacer cábalas desde mi modesta posición de espectador.

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