–¿Piensas comprar el cuadro?
La
voz del dependiente me hizo volver a la realidad después de unos cuantos
minutos contemplando aquel cuadro, con un bonito marco dorado, que me había
topado allí. No me lo esperaba. En las muchas veces que había ido antes al
rastro había visto orlas, títulos universitarios, fotos de bautizos y
comuniones, pero nunca una instantánea de matrimonio recién contraído.
–No.
No es lo que venía buscando, pero me ha llamado la atención la fotografía, los
semblantes de la pareja, el vestido de ella… ¿Cómo os hicisteis con él?
–Lleva
ya unos meses aquí, pero no sé cómo llegó, si lo trajo alguien o si fue de
alguna de las recogidas que hacemos allí donde nos llaman.
Insistí
aquel día e insistí en las sucesivas visitas que hice al rastro. Pero no pudo
ser. No había registro alguno ni de entradas ni de salidas. ¿Qué historia
encerraría aquel matrimonio? ¿Qué habría sido de sus vidas después de aquella
fotografía? ¿Quiénes eran? ¿De dónde? ¿Por qué un retrato tan bonito había
acabado en uno de los rastros que gestiona la asociación Reto a La Esperanza?
Demasiadas preguntas y ninguna respuesta. El cuadro no tenía ni una sola marca
en la parte trasera. Tampoco, por cuestiones técnicas, era factible desmontarlo
para ver si en el reverso de la fotografía había una fecha, un sello de algún
estudio fotográfico, algo, en definitiva, de lo que tirar.
Volví
a casa y no dejé de pensar en este retrato y en las caras de aquellos recién
casados que me llevaron a su vez a lo efímero de la vida y el olvido en el que
caemos una vez dejamos este mundo. En las cinco o seis veces que pasé por el
rastro después de aquel primer encuentro me dediqué a buscar en la fotografía
algún detalle que me permitiese investigar. Encontré uno: lo poco que se ve del
arco de la iglesia pertenecía a un templo construido en 1910 y derribado en
1958. Se trataba de un convento gestionado por frailes, algo poco usual en
Asturias. Los frailes tenían muy buena sintonía con las familias que manejaban
la incipiente industria de la región, lo que podría explicar el lujoso
vestuario de ambos. Son pistas y parece ser que se van a quedar en pistas.
Buena parte de los archivos del viejo convento ardieron en un incendio en los
años 40. He contactado con algunas de las familias de abolengo de aquella
primera mitad de siglo, pero nadie conoce a esta pareja. Aun así, no desespero
y quizás algún día pueda reconstruir su historia, la de verdad, aquella que el
paso del tiempo ha olvidado, dejando como vestigio ese cuadro en el rastro.
Mientras
regresaba a casa, la última vez que fui al rastro, hace menos de un mes, me
surgió una idea.
–¿Y
por qué no escribo algo para el blog, aprovechando que está ahí la Navidad, que
siempre es época de reflexión y de plantearse ciertas cosas?
Y
así lo hice.
Comentarios
A mi me extrañó lo del sanatorio por el sarrampión, antes en estas épocas no se iba a ningun sitio venía el medico a las casas pero bueno como tenían dinero pssst coló...en fin un buen cuento, si señor!!
(Et deus partir de riure)
Saluditos 😄
Quería jugar un poco con la realidad y la ficción y en este caso, antes de contaros la realidad os conté la ficción. Lo del sarampión estaba sacado de una novela de Pérez Galdós, que ahora mismo no recuerdo si es "El doctor Centeno" o "Gloria". Lo de la tapia y las noches era una evocación de "La Celestina" y había otras intertextualidades que ya dejaban ver que podría ser ficción.
En todo caso, creo que mi propósito, que era haceros reflexionar a la par que entreteneros un poco, lo he conseguido. Espero que nadie se haya cabreado conmigo :P
Un saludo y buenas fiestas!
Saluditos buen año 2020 tengamos tod@s, besos 😄