Reconozco
que hace tres años, cuando se comenzaron a hacer telenovelas por temporadas
(porque sí, siguen siendo telenovelas, aunque vayan divididas en temporadas que
se emiten separadas en el tiempo), tuve un poco de miedo. Miedo a varias
cuestiones que hasta entonces había visto en series, particularmente, series
españolas.
La
primera de esas cuestiones era saber si dividir una telenovela por temporadas
iba o no a afectar a su argumento. ¿Cuántas series hay por ahí que pierden el
hilo argumental tras dos o tres temporadas, yéndose por derroteros? Si eso
pasaba con series de trece capítulos por temporada, ¿por qué no con las
telenovelas y sus temporadas de más de sesenta? El tiempo me dio la razón: hay
telenovelas que han perdido el rumbo argumental y que o bien dan vueltas y
vueltas sobre lo mismo o se pierden con nuevos personajes que poco o nada
tienen que aportar a la historia. “El
Señor de los Cielos” es el más claro ejemplo de ello.
La
segunda de esas cuestiones era ver cuánto tiempo iba a mediar entre temporadas.
En España ha habido casos de series entre cuyas temporadas han pasado años:
véase “Tierra de lobos” (entre la
segunda y la tercera temporada transcurrieron veintiún meses), “Los misterios de Laura” (entre la
segunda temporada y la tercera pasaron más de dos años) o “14 de abril. La República”, estrenada en 2011 y aún a día de hoy con una
segunda temporada rodada y pendiente de emitir (aunque aquí hay razones políticas de por medio, aunque lo nieguen). ¿Por qué no iba a pasar esto
también con las telenovelas? Afortunadamente, parece que no ha sido así y de
media, suele haber diez o doce meses, como mucho, entre una y otra temporada,
al menos en las que se producen en Estados Unidos y México. En Colombia, “Sala
de urgencias” tuvo catorce meses entre su primera y su segunda temporada. Es la única excepción que se me viene a la mente.
Tercera
cuestión: ¿Cómo se ve algo que tradicionalmente ha sido pensado para emitirse
del tirón, con esos parones temporales y cambios de argumento y de personajes?
He aquí lo más complicado, al menos para mí: recordar al dedillo las tramas y
el punto en el que se quedaron al término de una temporada. Me cuesta mucho,
aun cuando a veces te lo facilitan con un resumen previo o mediante
‘flashbacks’.
Y
la última, y quizás la más importante: ¿Se disfruta igual una telenovela por
temporadas que una al uso? No. O por lo menos, yo no. Las temporadas tienen su
parte buena: saber que vas a seguir viendo a personajes a los que puedes haber
tomado cariño, pero también su parte mala: como espectador, por mucho que nos
quieran imponer como moda esto de las temporadas, no se disfruta igual una
telenovela dividida que una telenovela del tirón. No se vive igual, lo siento.
Tampoco enganchan de igual forma: la telenovela por temporadas suele ser menos
adictiva, o al menos a mí me lo parece, que una telenovela que el espectador
sabe que se va a acabar, por lo que al final se acaba involucrando más con la
historia y con los personajes. Eso no se consigue en una telenovela por
temporadas (salvo que la veas con todas las temporadas ya grabadas, claro
está). Todo ello sin olvidar que si sigues una telenovela temporada a temporada
puedes tardarte unos cuantos años en verla completa (vedme a mí, que llevo ya
desde 2014 con “El Señor de los Cielos”,
que no terminará, como mínimo, hasta 2018).
No
estoy en contra de las telenovelas por temporadas, que quede claro, pero sí que
creo que hay que revisar la fórmula: no extenderlas años y años, no pasarse de
un año entre temporada y temporada y, especialmente, respetar tanto al
espectador como el producto y cerrar cuando ya no haya más que contar.
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