No os imagináis lo que disfruto viendo cómo actores y actrices consagrados como protagonistas se reinventan como villanos y villanas. Leticia Calderón inauguró, para mí, esta tendencia. Lo hizo con una señora villana como Carlota Espinoza de los Monteros y se reafirmó con otra, para mí aún mejor, Isadora González.
⚠ Los vídeos que ilustran esta entrada contienen spoilers de Amor bravío, no así el texto, en el que los he evitado a toda costa.
Isadora González, viuda de Lazcano, fue la villana de Amor bravío. A las manos de Leticia llegó este personaje, una mujer de unos cincuenta y pocos años tan elegante como seductora, tan astuta como malvada. Su único móvil, el dinero. Su único objetivo, adueñarse de La Malquerida, la hacienda de los protagonistas.
Como personaje, Isadora podía presumir de contar con un recorrido argumental muy interesante, gracias a la labor de un guion muy loable en buena parte de la telenovela, no tanto así en los últimos capítulos.
Explotada de niña y casada de adolescente con un hombre mucho mayor que ella, Isadora siempre quiso poder. Poder sobre su hijastro, Alonso (Flavio Medina), al que manejaba como un títere gracias a su condición de madre. Lo mismo podría decirse de Dionisio (César Évora), su amante en la historia, cómplice de muchas de sus fechorías.
Isadora no reparaba en matar, cortar lenguas, rociar con ácido o provocar accidentes. Su final me dio una congoja que hace que aún se me erice la piel al recordarlo, y eso que han pasado ya once años.
Este personajazo le valió a Leticia el Premio ACE a la mejor coactuación femenina y los premios People en Español y TVyNovelas a mejor villana. Sin duda alguna, bien merecidos.
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