PEQUEÑAS COSAS QUE ME MOLAN: Nombres propios con razón de ser

"¿Y tú por qué te llamas como te llamas?" es una pregunta que suelo hacer a la gente conforme la voy conociendo y voy ganando confianza con ella. No me preguntéis por qué, pero me gusta conocer la historia que encierra un nombre propio y me gusta que haya una razón, una historia o una anécdota que explique el porqué de un sustantivo, más allá del típico "era el que les gustaba a mis padres".


Quizás en la vida real no importe lo más mínimo, más allá de los que somos un poco curiosos, que una persona tenga un nombre u otro. Sin embargo, sí que en la ficción un propio con una razón de ser es capaz de enriquecer, y mucho, a cualquier personaje.
Abre esta entrada una imagen de Ariadna, el personaje de Claudia Álvarez en Vencer el desamor, cuyo nombre encierra un simbolismo brutal, que guarda una gran conexión con su trama en la telenovela. En esa grandísima telenovela que es la mitología clásica, Ariadna se enamora de Teseo y lo ayuda a matar al minotauro que el rey Minos, padre de Ariadna, había encerrado en el laberinto de Creta. Cuando el rey descubre lo que su hija y su yerno habían hecho, Teseo y Ariadna se ven obligados a huir en dirección a Atenas. Él llega, pero ella no, porque Teseo la abandona mientras duerme plácidamente en la isla de Naxos. Gracias a Dionisio, Ariadna recuperó la fe en el amor. Como aquella, la Ariadna de Vencer el desamor lo da todo por su marido, hasta su profesión, para obtener como única recompensa el abandono.
El porqué de los nombres propios puede explicarse a veces a partir del propio sustantivo. En la siguiente entrega de la saga Vencer la protagonista se llama Renata, cuyo significado etimológico es, partiendo del latín, 'renacida' o 'nacida de nuevo'. Quienes hayáis visto la telenovela, sabréis que el eso es lo que tiene que hacer Renata tanto en lo personal como en lo profesional, después de una serie de injusticias.
El simbolismo de un sustantivo también puede radicar en cuestiones relacionadas con la religión. No vi La Tormenta, pero un día, leyendo una información sobre la telenovela, me encontré con que Juan Pablo Shuk interpretaba a dos personajes. Si estoy equivocado, corregidme, por favor. Uno se llamaba Damián y, el otro, Cosme. Ambos eran hermanos, como los mártires de los que tomaron sus nombres, los mártires Cosme y Damián, médicos de profesión, decapitados tras una larga serie de torturas en torno al año 300 de nuestra era.

Se me ocurren muchos más ejemplos de cómo un buen nombre, elegido a conciencia, a partir de la historia del personaje, de sus relaciones familiares o de cualquier otra circunstancia, puede enriquecer, y mucho, al personaje. A mí es algo que me gusta mucho, pero no quiero aburriros a quienes no os interese tanto. Termino con una anécdota que muestra cómo, el simbolismo que enriquece la ficción, no necesariamente queda bien en la realidad. Hace dos semanas le preguntaba el porqué de su nombre a la chica con los ojos verdes más bonitos que he visto nunca. "Me iban a llamar Pablo, porque pensaban que iba a ser chico. Cuando nací y vieron que no, quisieron llamarme Mercedes, porque nací en la víspera de La Merced, fiesta en mi pueblo. Me salvó mi madre". El nombre definitivo de esta chica, mucho más corto y tan precioso como sus ojos, me lo guardo para mí.

Comentarios

AlexAyaoiHD ha dicho que…
Si es corto y precioso como unos ojos verdes supongo que sería María o Esther o con el mismo tamaño de letras