MI VIDA Y LAS TELENOVELAS: Mi media hora de la nostalgia

Este verano fue un poco distinto para mí. Para empezar, no salí de Asturias y se pueden contar con los dedos de una mano las veces que salí de mi municipio. Llevaba unos meses a tope, con el estrés por las nubes, y mi cuerpo me pedía recargar las pilas para estar bien en septiembre. No salí casi de mi municipio, pero sí que me adapté a la calma de mi casa y el entorno natural que me rodea y disfruté como hacía mucho que no disfrutaba de las montañas, mis plantas, la lectura al aire libre y hasta de las noches con los jabalíes, los búhos y las luciérnagas armando todo tipo de ruidos.

Dentro de esta vida de verano, me propuse algo que, por temas de horarios, me es imposible hacer el resto del año: desayunar, comer y cenar siempre a la misma hora. Lo necesitaba también por salud. Como seguí madrugando mucho, adelanté la cena a eso de las 20:30, más o menos. Antes de la cena, me duchaba y disfrutaba de lo que he dado en llamar mi media hora de la nostalgia. Confieso que durante buena parte de julio, todo agosto y los primeros días de septiembre me reenganché a Marina gracias a Nova.

A Marina y en las últimas semanas a Marido en alquiler. No veía los capítulos completos, porque solía ducharme sobre las 19:15, pero casi. No obstante, los últimos de Marina, que comenzaban a las 20:00, los vi de principio a fin. ¿Qué me llevó a Nova, tras mucho tiempo sin verla? Básicamente que a esas horas no hay ningún concurso interesante en la televisión, que es lo que más consumo en ella. Bueno, está ¡Boom!, en Antena 3, pero es que es un concurso muy previsible, que se puede seguir fácilmente viendo la última prueba y, si acaso, la primera. En julio me quitaron El precio justo de Telecinco, que no me disgustaba, y ya sabéis que no me gusta Pasapalabra. Me quedé huérfano de contenidos a unas horas que me pillaban en casa, sin nada que hacer, así que me volví a dejar caer por Nova y me puse a volver a ver estas dos telenovelas.

Como os decía, llevaba años sin ver algo de Nova con asiduidad. Me sorprendió gratamente que emitan entradas y salidas al completo, sin comienzos o finales abruptos. Eso sí, no entiendo por qué Marina empezaba con una entrada que se usa cuando los personajes de Chuy y Paty son niños y, por lo tanto, no salen Alfonso Dosal e Ilean Almaguer. En mi tele, que es antigua, se ven franjas negras a los lados, pero la calidad de la imagen era muy buena, en el caso de Marina, y excelente, en el de Marido en alquiler. 

Sobre la emisión de contenido, no observé ninguna censura, y sí una introducción de pausas publicitarias muy brusca, hasta el grado de que se cortaban diálogos y escenas importantes. Lo mismo sucedía muchas veces al terminar la emisión. Lo peor, sin duda alguna, fue la publicidad. De las 19:30 a las 20:00 había dos cortes, uno de cinco minutos, como a las 19:35, y otro, de siete, a eso de las 19:50. Aunque aquí lo critique de Nova, es algo aplicable a otros canales de Atresmedia y de la competencia, como Telecinco, que en la última Gourmet edition de Ven a cenar conmigo metía cortes de hasta diez minutos separados por otros tantos de emisión.

Publicidad aparte, repito que disfruté muchísimo de este visionado a trozos, con una mezcla de nostalgia y desconexión, gracias a ese hábito de estar día a día frente al televisor, como antaño. Recordé cosas que creía olvidadas y pude refrescar algunas tramas. Incluso cambié mi opinión sobre algún personaje, como Alberta, la de Marina, que recuerdo que me caía fatal y que quince años después me cayó algo mejor e incluso me sacó una que otra sonrisa.

Con la vuelta a la rutina y los horarios asimétricos que tengo, me va a ser imposible estar día a día frente al televisor y ya estoy echando de menos ese rato. Espero recuperarlo en las próximas vacaciones.