¡ADIÓS, 2019! Las telenovelas que vi este año (II)

Termino el repaso a las telenovelas que vi a lo largo de 2019. Ayer dediqué unas líneas a cuatro de ellas y hoy termino con otras cuatro y un poco más de otra que tengo por ahí empezada.

El Barón (Telemundo, Teleset y Sony, 2018)

Después de años de narconovelas al uso, Telemundo decidió intentar hacer algo nuevo, relacionado con el género pero que no fuese precisamente eso, una narconovela. Así surgió El Barón, que en el fondo es una telenovela clásica, con el romance como protagonista y  ambientada en los 70. Quizás ese fondo no sea muy novedoso, pero sí lo es la forma de esta telenovela. El Barón es narrada por el protagonista, que en voz en off adelanta y comenta ciertos detalles. También se juega con el espectador en lo que al tiempo se refiere: parece que cuentan toda una vida y desde el principio al final solo pasan dos años. No sé si también quisieron jugar con el hecho de incluir personajes reales, como Pablo Escobar o Griselda Blanco, al lado de otros ficticios, como el protagonista y su esposa Isabel. Si lo hicieron para dar una apariencia de verosimilitud, no lo lograron. Tampoco si lo hicieron para jugar, haciendo creer que era una historia basada en hechos reales. Hubiese sido mucho mejor que directamente la hubiesen vendido como lo que es, una ficción pura y dura con algunos personajes reales.

Pese a todo esto, se deja ver y hay aspectos que se disfrutan mucho, como la musicalización o el buen hacer de María Elisa Camargo, Francisco Angelini y, especialmente, Juana Arboleda, que se luce como Griselda Blanco, La Madrina.

La ley del corazón 2 (RCN, 2018-2019)

¿Quién dijo que segundas partes nunca fueron buenas? De vez en cuando lo son. Cabal, Ortega, Domínguez y Asociados dejó paso, tras su quiebra, a Zambrano, Domínguez y Asociados en una segunda parte en la que las tramas personales ganaron peso y las profesionales, los casos, se desarrollaron con más tiempo que en la primera. Laura Londoño, Luciano D’Alessandro y el resto de abogados demostraron que, aunque no pareciese necesaria, esta segunda temporada acabó siéndolo. Las incorporaciones, como Laura de León, Alejandra Borrero y Jorge Cao resultaron un acierto y sus personajes se integraron más que bien entre los originales. Que Felipe Agudelo y su equipo desarrollasen esta segunda parte también contribuyó a ese buen resultado final: La ley del corazón dejó de ser un proyecto iniciado por la gran Mónica Agudelo y continuado por su hermano Felipe para ser exclusivamente obra de Felipe. Ganó en uniformidad, en tono, en ritmo y en todo.

La disfruté muchísimo y me dio cierta pena despedirme de Pablo, Julia, Nicolás, María del Pilar, Catalina, Alfredo, Marcos... ¡Ha sido todo un placer, criminales!

Bolívar (Caracol, 2018)

En unos días tendréis disponible mi crítica de esta telenovela histórica o de época, que vi entre septiembre y noviembre. Mis expectativas eran altas y las ha cumplido. El retrato histórico que hace de los primeros años del siglo XIX, a través de Bolívar y las guerras de la independencia me ha gustado mucho. Sin ser historiador, aplaudo cómo abordaron todo lo que pasó en Sudamérica en esas dos primeras décadas, huyendo de las polémicas, poniendo de relieve tanto las fortalezas como las debilidades de ambos bandos, los patriotas y los realistas. Magistral el trabajo de José Ramón Barreto y de Luis Gerónimo Abréu, que interpretan a Bolívar en distintas etapas de su vida. Es impresionante el nivel de realización y de localizaciones que tiene la historia, rodada mayormente en Colombia, aunque con unas cuantas escenas filmadas en España, actores españoles incluidos.

Por ponerle una pega, la historia tiene muy buen ritmo en su primera mitad. En la segunda se estanca un poco y se pierde en ocasiones en las tramas de aquellos personajes que viven la recién lograda independencia. Insisto, ya os hablaré más de esto y de otros detalles en unos días.

La usurpadora (Televisa, 2019)

Otro adelanto es el que tenéis en estas líneas, de una crítica que estoy preparando y que publicaré a comienzos de febrero. Para mí, que no había visto ni la original ni ninguna de las versiones de esta historia, La usurpadora ha sido ir sorpresa detrás de sorpresa. El juego que da tener dos gemelas como protagonistas ha estado muy bien aprovechado a nivel de guion, con unos cuantos giros potentes. Sandra Echeverría se luce y Andrés Palacios y Arap Bethke tampoco se quedan atrás.

La premisa de la Fábrica de Sueños, en la que se enmarca, es la de actualizar grandes clásicos, en un formato de telenovelas de 25 capítulos, se contempla perfectamente en esta historia, impregnada de ese sabor clásico que se ve desde la primera escena y hasta la última, con un final muy cerrado y lo dicho, muy clásico, como se hacía antes.

La ley secreta (Caracol, 2018)

Poco os puedo contar de esta telenovela, que comencé a ver hace unas semanas. Me está gustando, tiene ritmo. Quizás tenía en mente que al ser cuatro protagonistas habría más coralidad, pero no está mal. Digamos que son como cuatro historias con un nexo en común, la desarticulación de un cártel, que de vez en cuando se entrecruzan. De diez la realización y las localizaciones de esta historia, que vio la luz para todo el mundo, salvo su país de origen, a través de Netflix hace un año y que Caracol estrenó en octubre para Colombia. Lo mismo le pasó a Bolívar. Eso que llaman las nuevas formas de consumo también han llegado a las telenovelas.

Tras releer este balance, creo que no ha sido un mal año. Ha habido de todo, bastante variado en temáticas, en países productores, en formatos, en presupuestos… La industria sigue viva pese a que haya quienes insistan en lo contrario.

A ver qué nos depara 2020. Yo ya tengo mi lista hecha, aunque también es verdad que la que había preparado para este año la he seguido poco. García Martín, un poeta y crítico extremeño, asturiano de adopción, suele decir que, aunque nos gustaría, es imposible leerlo todo y que muchas veces nos movemos por impulsos a la hora de decidir qué leer. Con las telenovelas pasa más o menos lo mismo.

Al final se trata de pasarlo bien y quedar más o menos satisfecho con aquello a lo que dedicamos parte de nuestro tiempo de ocio, sea literatura, televisión, cine o cualquier otra cosa.