Si
os gustó la historia de Pacicos
y Matilde, que os conté hace ya unas semanas, creo que la que tengo para
esta ocasión os va a fascinar. Insisto, todo lo que os voy a contar es más o menos real,
aunque pueda parecer extraído de cualquier telenovela.
La
acción de esta historia se sitúa en Galicia, a finales del siglo XV y tiene
como protagonista a Santiago Macías, un hombre de cuya infancia y juventud se
sabe más bien poco, más allá de que era un hidalgo descendiente del antiguo y
noble linaje del reino de Galicia. Un hidalgo sin dinero, como muchos de aquella época, originario de Padrón.
Desde
muy joven comenzó a destacar como trovador (poeta que componía y cantaba, laúd
en mano, canciones o poemas sobre hechos que ocurrían en un determinado lugar). Su fama
llegó a oídos del marqués de Villena y maestre de Calatrava, don Enrique de
Aragón, que lo nombró gentilhombre (lo cual para un trovador debía ser lo
máximo) y vino a como contratarlo para cosas puntuales que acontecían en su palacio.
Precisamente, en
el palacio de don Enrique conoció a doña Elvira, a la que salvó de morir
ahogada después de que esta se cayese de su caballo justo de la que cruzaba un
río que había en la finca. El flechazo fue instantáneo y
ambos vivieron una pasión inmensa y secreta, en parte, porque ella era la hija
de un marqués y él, un pobre trovador venido a más, por muy hidalgo que fuese. Cuando
todo iba viento en popa, Santiago fue convocado por la Reina, Isabel La
Católica, para que luchase, como otros muchos españoles, en Granada, donde la
Reconquista parecía que iba a terminarse.
Para
Granada se fue Santiago, y aunque Elvira prometió esperarlo, su padre le
arregló su casamiento, poco después, con don Hernán Pérez de Vadillo, marqués
de Procuna. Sí, otro marqués. Se casaron y cuando, meses después, Santiago
volvió a Galicia se quedó patidifuso al enterarse de la noticia. Se dedicó a
partir de entonces a componer y cantar poesías con las que mostraba
públicamente su dolor. Un día se encontró a Elvira, cabalgando. Tras pedirle
que se apease del animal, Santiago comprobó que seguía queriéndolo tanto
como él la quería a ella. Tuvieron un breve encuentro y él se quedó como en una
nube. Tanto, que minutos después se encontró con un señor que le preguntó si le
pasaba algo. Él le contó toda la historia, desconociendo que aquel señor era el
mismísimo marqués de Procuna, el marido de Elvira. Encolerizado, don Hernán fue
a ver a don Enrique, quien llamó a la orden a Santiago, pidiéndole que se
olvidase de su hija y de su amor imposible. Pasaron los meses y Santiago siguió
cortejando a Elvira, hasta que, harto de él, don Hernán volvió a visitar a don
Enrique, quien, como maestre que era, ordenó que fuese encarcelado en el
Castillo de Arjonilla, Jaén.
En
la cárcel, no paró de cantar a su amada, acompañado de su laúd. Su fama en la
zona hacía incluso que la gente se acercase en masa a oírle desde el exterior
de la prisión. De todo ello se enteró el marqués de Procuna que, lleno de
celos, se plantó en Jaén y mató a Santiago atravesándole el corazón con un
venablo (un arma con punta de lanza) lanzado a través de la ventana de la celda.
Falleció al instante, y, según se comenta, cantando uno de sus poemas. Fue
enterrado en Galicia, con todos los lujos posibles, pagados por el propio
marqués de Villena, el padre de Elvira, que ordenó poner en su lápida el
siguiente epitafio: “Aquí yace Macías, el enamorado”.
De
Macías se habla en muchísimas obras posteriores. Desde “La Celestina” de
Fernando de Rojas a varias de Lope de Vega pasando por Francisco Bances o
incluso Mariano José de Larra, que alude a él en varios de sus artículos.
Precisamente, yo conocí su historia hace cosa de seis años, que pasé unos días
de vacaciones en la zona en la que nació y vivió y me fascinó.
De
lo que os acabo de contar hay varias versiones, una que pone en duda que Elvira
fuese la hija del marqués y que la sitúa como criada. Otra, que apunta que
Elvira no era la hija, sino la exesposa (esposa desposada, literalmente) del
marqués, que quería matarla. Para ello, contrató a Macías y al no cumplir, por
enamorarse de la mujer, lo mandó encerrar y luego mandó que lo matasen.
Quizás
por los hechos, y en particular la parte del encarcelamiento, yo defiendo esa
versión que os he contado con más detalle. Han pasado cinco siglos y pico y es lo que tiene. La historia a veces
se encarga de trazar diversas historias, como parece que ocurrió con este caso.
Termino…
Os recomiendo leer cualquiera de sus varios poemas, que se encuentran
fácilmente en internet. Componía en gallego-portugués, pero se entiende bien. Cuenta con dos estatuas en Padrón, una villa que si no
conocéis, os recomiendo visitar. Una de las fotografías, la primera, es mía, la otra, no. Pese a que conozco su historia y su villa, me enteré este artículo de la existencia de una segunda estatua. Una cosa que aprendí.
Comentarios
Vaya mal final......que lastima con los matrimonios convenidos por dinero y clases!!
Buen domingo!