Empecé
a verla, con gran ilusión, en mayo o junio de 2011, aprovechando su estreno en
Nova. Digo lo de que empecé a verla con gran ilusión, porque necesitaba cubrir
el hueco tan grande que me iba a dejar “Cuando
me enamoro”, la telenovela a la que sustituiría, una vez acabase.
Otra
razón para animarme a ver “Los herederos
del Monte” fueron los escenarios naturales que se nos mostraron en los ‘promos’,
con ese aire rústico que prometía impregnar la telenovela.
Empecé
a verla y me gustó mucho. El ver a Marlene Favela con tintes de villana y a
Diana Quijano con un personaje tan extremadamente loco fueron dos grandes
alicientes. Las tramas estaban muy bien llevadas y los exteriores eran una
pasada. Quizás el único que me sobraba era el propio Cimarro, pero estaba
correcto, sin más.
No
entiendo en qué momento la historia empezó a degenerar hasta convertirse en una
cosa rara a partir del capítulo cincuenta, más o menos. Para empezar, el
personaje de Marlene Favela perdió esa picardía que había tenido, para
someterse a una villana que hasta entonces había carecido de peso en la trama
(Margarita Muñoz) a base del topicazo primero del embarazo y el matrimonio
forzado del galán y luego de un peligroso tumor terminal.
Desapareció
también la parte cómica, puesta por Diana Quijano y Javier Delgiudice, y
empezaron a verse violaciones y cosas que no iban con la esencia propia de la
telenovela (o no, al menos, con lo que nos habían vendido al principio).
La
degeneración llegó a tal punto de cargarse gran parte de los exteriores para
rodar en interiores capítulos enteros y a crear villanos villanísimos de
personajes que hasta entonces habían sido buenos.
No
pude. Desistí, muy a mi pesar, porque, ya os digo, al principio me encantaba,
sobre el capítulo sesenta y ocho, más o menos en la mitad de la historia.
Este
fue uno de los últimos productos de la alianza Telemundo-RTI. Muy triste que una
alianza tan provechosa como fue, en su época, la de esos dos gigantes (quizás
incluso mejor que la actual con Argos) terminase con productos como este, tan
extraños y tan mal llevados.
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