CRÍTICA: "Falsa identidad" (T2) (Telemundo y Argos, 2020)


En el verano de 2019 disfruté de lo lindo con la que entonces era la primera temporada de Falsa identidad, ya que poco antes se había anunciado una segunda. Reconozco que no supe muy bien qué opinar cuando la terminé, sabiendo que venía esa segunda temporada en camino. A priori, no me parecía muy necesaria, aunque confiaba ciegamente en Perla Farías, su autora.
Dispuesto a repetir experiencia, mediante un curioso paralelismo con 2019, el pasado 10 de junio comencé a ver la T2 de Falsa identidad. La terminé dos meses y medio después, a finales de agosto.
Puedo adelantaros que la disfruté, aunque quizás no tanto como la primera temporada. Os cuento por qué en las próximas líneas.

ATENCIÓN Esta entrada y sus comentarios contienen spoilers. Se recomienda leerla una vez vista la telenovela.

SINOPSIS Y DATOS
Oliver y Lisa Dunn viven con sus hijos en Nebraska, Estados Unidos. Nadie sabe que tras esas falsas identidades se esconden Diego Hidalgo (Luis Ernesto Franco) e Isabel Fernández (Camila Sodi). Tras escapar de México, Diego, Isabel, Amanda y Ricardo, los hijos de aquella, fueron acogidos por el programa de protección a testigos del FBI. Han pasado dos años desde entonces y todos ellos viven con relativa calma, aunque con pareceres distintos sobre su nueva existencia. Así, mientras Isabel y su hijo se han adaptado plenamente a la vida en Nebraska, Diego echa de menos México, al igual que Amanda, que no puede evitar acordarse de su abuelo Mateo Corona (Eduardo Yáñez).
Es precisamente el excomandante de la policía Álamos quien fuerza el regreso de la familia. En su búsqueda de venganza, Mateo secuestra a Fernanda (Sonya Smith), la madre de Diego, justo el día en el que su marido Ignacio (Álvaro Guerrero) sale de prisión. La noticia obliga a Diego a regresar para enfrentarse a Mateo, que en los últimos dos años se ha convertido en uno de los hombres más ricos y temidos de Sonora, gracias a la trata de seres humanos. Por ir a reencontrarse con Mateo, Amanda también abandona Estados Unidos y obliga a Isabel y Ricardo a regresar a México. Tras dos años de tranquilidad, nada volverá a ser como antes en la vida de esta familia, que se reencontrará no solo con Mateo, sino también con otros enemigos como Circe (Samadhi Zendejas) o Ramona (Azela Robinson), colaboradoras de Corona en sus negocios.

 
México. Telemundo y Argos, 2020. 80 capítulos (78 emisiones, pues hay dos dobles). 
PRODUCTORES EJECUTIVOS: Patricia Benítez, David Posada y Marcos Santana
GUION: Perla Farías, Basilio Álvarez, Neida Padilla, Verónica Suárez y Felipe Silva
DIRECCIÓN: Conrado Martínez, Sergio Osorio y Moisés Ortiz Urquidi
Emitida en Estados Unidos entre el 22 de septiembre de 2020 y el 25 de enero de 2021.

ACTUACIONES
La T2 de Falsa identidad apuesta por un elenco bastante equilibrado, compuesto a partes iguales por actores y actrices que repiten y otros que llegan con nuevos personajes.
Al frente de este elenco, que aun así no es muy numeroso, se encuentra Luis Ernesto Franco, que vuelve a convertirse en Diego, aunque un Diego más maduro, gracias a Isabel y a la familia que ha formado junto a ella. El trabajo de Luis Ernesto es impresionante y destaca, en particular, en una serie de escenas de marcada carga dramática que borda y con las que es imposible no conmoverse.
Luis Ernesto Franco, Camila Sodi, Dulce María y Alexa Martín protagonizan esta temporada

Su química con Camila Sodi, que repite como Isabel, se mantiene intacta y ambos disfrutan ampliamente de la segunda oportunidad para encarnar a estos personajes. Estableciendo, en cierto modo, una especie de triángulo sentimental con los protagonistas se encuentra Victoria, uno de los nuevos personajes, interpretado en un primer momento por Dulce María y, a partir del capítulo 58, por Alexa Martín. Me han gustado ambas y el cambio de actriz está tan bien justificado argumentalmente que no se hace extraño, pero ya os hablaré más adelante sobre ello. Tanto Dulce como Alexa muestran una gran química con Luis Ernesto convertidas en Victoria, un personaje que tiene muchas cosas en común con Diego, aun cuando en ocasiones difieran sobre cómo proceder para lograr esa justicia que ambos buscan.
Salvo Sergio Goyri, que no repite, el resto de villanos siguen haciendo de las suyas, con una novedad importante: Mateo, que vivió la primera temporada a la sombra de Gavino, se erige en un villano aún más temido que Gahona, con una serie de trastornos psiquiátricos que lo llevan a convertirse en un psicópata a gran escala. Eduardo Yáñez se lleva mi particular ovación, con un personaje con el que demanda su sitio en el Olimpo de villanos del género, tras haberlo conseguido en el de galanes. Es elogiable la versatilidad de Eduardo y lo bien que lleva a Mateo, hasta el grado de que alguna que otra vez despierta lástima el espectador, al mostrarle que Mateo es como es por culpa de los problemas psiquiátricos y de la propia vida que arrastra. 
Eduardo Yáñez, Azela Robinson, Marco de la O y Samadhi Zendejas se ocupan de los villanos

A su lado, como una de las pocas personas capaces de calmarlo, se encuentra Ramona, con la que Azela Robinson se luce aún más si cabe que en la primera temporada. Aplaudo el buen hacer de ambos y la química que tienen, que es, sencillamente, impresionante.
Samadhi Zendejas completa el grupo de villanos que repiten, de nuevo como Circe, que sigue adelante en su defensa de las mujeres, pero que, como personaje, tiene mucho menos recorrido que en la primera temporada. La culpa no es de Samadhi, que la borda, sino del guion, que junta a Circe con El Buitre, un nuevo villano, interpretado por Marco de la O, un tipo tan cañí como ególatra con el que Marco se lo pasa en grande. Junto a él se encuentran su mucho más sensato padre, El Apá, interpretado por el gran Otto Sirgo, toda una delicia de personaje, y su hijo, El Cachorro, al que da vida Sebastián Dante, uno de los descubrimientos que me deja esta segunda temporada, con un personaje que me ha gustado mucho, pese a los errores que comete a lo largo de los capítulos.
Sonya Smith, Pepe Gámez y Barbie Casillas son algunos de los que repiten

Completan el elenco unos cuantos nombres que son parte de Falsa identidad desde el comienzo. Es el caso de Sonya Smith, que se luce como Fernanda, en una temporada en la que adquiere un mayor protagonismo gracias a la obsesión que esta buena mujer despierta en Mateo. Me encanta Sonya y ha sido un placer volver a disfrutar de Fernanda, con más peso y mucho más aguerrida que en la primera temporada. Su química con Eduardo ha sido estupenda, aun cuando haya estado condicionada por esa obsesión que siente el expolicía por ella y que complica su matrimonio con Ignacio, de nuevo en manos del gran Álvaro Guerrero, con el que Sonya mantiene una grandísima complicidad. Al lado de Fernanda sigue estando Zoraida, su inseparable amiga, de la que se vuelve a ocupar Rebeca Manríquez.
Se nota, en general, que todos los que han querido y podido repetir lo han hecho. Así, el espectador se vuelve a encontrar con Deivid y Gabriela, con Chucho y Diana y también con Nuria. Me encantó la pareja que hicieron Pepe Gámez (Deivid) y Abril Schreiber (Gabriela) y celebro lo bien que encajó esta nueva actriz en un personaje que en la temporada pasada estuvo en manos de Juliette Pardau. No sé si porque se parecen mucho, porque hizo una muy buena pareja con Pepe o por qué, pero no he notado el cambio, lo que pocas veces ocurre. Toño Valdés y Claudia Zepeda, como Chucho y Diana, han repetido la química que demostraron en la primera temporada, aunque con personajes más maduros y con una gran crisis de pareja.
Gimena Gómez, como Nuria, ha dejado claro que los guionistas supieron mantener muy bien a su personaje, pese a la desaparición de El Babel, y encajarlo a la perfección en estas nuevas tramas, hasta el grado de que yo disfruté más a Nuria en esta segunda temporada que en la primera. Lo mismo me sucedió con Barbie Casillas y Checo Perezcuadra, que vuelven a ser Amanda y Ricardo, aunque más crecidos y, en el caso de Barbie, con un abanico argumental muy potente, por el que la actriz supo guiarse con naturalidad y demostrar un talento que, estoy seguro, la llevará lejos.
Repiten también Gabriela Roel, interpretando a Felipa, la nana de Circe, que en esta temporada explora abiertamente su sexualidad, y Alberto Yáñez, como Frank Scavo, el contacto de Ignacio en el FBI que se ocupó de dar las falsas identidades a Diego e Isabel en la primera parte.
Uriel del Toro vuelve con un nuevo personaje. También llegan Latin Lover y Rubén Sanz

Entre los nuevos, a la segunda temporada vuelve un viejo conocido, Uriel del Toro, aunque no como Joselito, sino como Jaimito, el hermano de aquel, con el que, dicho sea de paso, no guarda más parecido que el físico. Me sorprendió este giro de guion, pero ha sido un acierto, sin duda alguna, gracias al buen hacer de Uriel y a la química que tiene con Samadhi. Me sobra un poco más Juliana, la hermana de Joselito y Jaimito, aunque tiene un buen recorrido argumental y Vanessa Acosta la lleva muy bien.
Rubén Sanz es otro de los que llega, en su caso como el padre Rafael, un sacerdote clave en distintas tramas. No lo había vuelto a ver desde Escenas de matrimonio y me ha sorprendido mucho lo que ha mejorado como actor en todo este tiempo.
Junto a estos nombres, la telenovela suma otros muchos gracias a Mateo, sus negocios y su hacienda. En ella viven, precisamente, Lupe y Alberto, una madre y su hijo a los que dan vida Vicky Araico y Miguel Jiménez, otros dos descubrimientos, que se lucen y que realmente parecen madre e hijo. Por la hacienda también andan El Míster, el trabajador más humano de todos los que tiene Mateo, genialmente interpretado por Latin Lover, y otros menos humanos como El Pollo, su mano derecha, en manos de un estupendo Ricardo Mendoza, o Darwin, responsable de la red de trata, un ser abominable del que se ocupa Víctor Oliveira. Más o menos igual de despreciable es Mauricio, el líder de la red de trata, con el que brilla Arnoldo Picazzo. Un poco más de humanidad es la que tiene otro descubrimiento que me deja esta segunda temporada, el colombiano David Palacio, que interpreta a El Man, un traficante que hace de la escopolamina su herramienta de trabajo y que, gracias a ello, entra en las filas de Mateo.
ACTUACIONES: 2/2

TRAMAS
Una de las cosas que menos me gusta de las segundas temporadas es que, por lo general, los guionistas se olvidan de que son eso, segundas temporadas, y que de un modo u otro deberían estar conectadas con lo que el espectador ya conoce. La T2 de Falsa identidad es, en ese sentido, una de las mejores segundas temporada que he visto. Es un acierto comenzar recordando, a través de flashbacks dónde terminó la temporada anterior y qué pasó después de que Mateo llegase al aeropuerto dispuesto a impedir la marcha de Diego e Isabel. 
Diego e Isabel se casan en Estados Unidos poco después de abandonar México

También es un acierto que muchas de las tramas de esta segunda temporada beban del pasado de Diego, un pasado como huachicolero del que se oye hablar en la primera temporada, y del que se dan más detalles en los nuevos capítulos a través de El Buitre y su familia. Aplaudo, igualmente, que se haya hablado de Jim y de Marlene, dos grandísimos personajes que no siguen en esta continuación, y que no falten las alusiones, y algún que otro recuerdo, mediante flashbacks, hacia Gavino, Augusto, Joselito, Porfirio y unos cuantos personajes de la primera temporada que era imposible que continuasen.
Argumentalmente, la conexión entre temporadas ya os digo que es impecable. Sin embargo, el desarrollo narrativo de la segunda trae consigo un cambio muy llamativo en el tono, en el carácter de la telenovela. 
La guerra entre El Buitre y Mateo marca esta segunda temporada

Si la T1 de Falsa identidad era de marcado corte clásico, con villanos en el mundo del narcotráfico y la corrupción, la T2 muestra una telenovela que recuerda más a las narconovelas, con la salvedad de que aquí no hay narcos, sino un traficante de personas (Mateo) y otro de combustible (El Buitre) que permanecen enfrentados desde los primeros capítulos y hasta el final. La diferencia con las narconovelas la marca que aquí los protagonistas son Diego y Victoria y que su lucha por hacer justicia y desarmar a los delincuentes es, en cierto modo, el eje que vertebra la historia. Aún a riesgo de inventarme una categoría, esta segunda temporada es una telenovela de justicia, en el sentido de que es eso lo que mueve las tramas principales, más allá de la guerra entre mafiosos. No renuncia, pese a ello, a lo clásico, al romance, con Diego y Victoria, con Deivid y Gabriela, con Chucho y Diana, con Jaimito y Circe o con Alberto y Amanda. Dentro de estas parejas tampoco faltan componentes que están presentes desde los orígenes del género, como los celos, los desencuentros o los malentendidos.
Hace poco escuchaba una entrevista a Perla Farías, artífice de Falsa identidad, en la que le preguntaban sobre qué había cambiado en las últimas décadas a la hora de escribir telenovelas. Respondía algo así como que el núcleo es el mismo, el de los sentimientos y pasiones humanas, pero que ahora se rodea con otros envoltorios, como denuncia social, drogas, investigaciones… Eso es, en definitiva, lo que ha hecho con esta telenovela, igual que lo hizo con la primera temporada o con la magnífica Bajo el mismo cielo, hace ya seis años. Se agradece, en ese sentido, que se hable sin tapujos de la trata de seres humanos y se muestre cómo es el proceso que siguen mafiosos como Mateo. También es muy positivo que se denuncie la corrupción debida a personajes como Mauricio. Es de aplaudir que las tramas de esta segunda temporada dejen claro que, El Buitre, por muy popular y querido que sea, no deja de ser un delincuente. Y sí, hay que celebrar que se reivindique la justicia libre de corrupciones, como muestran los últimos capítulos de esta temporada.
Jaimito es el encargado de crear una falsa identidad para Victoria

Comentaba Luis Ernesto Franco en la presentación de la temporada que la habían sacado adelante “pese a la pandemia, mares y tempestades”. El coronavirus motivó que las grabaciones se detuvieran al poco de empezar y que se retomaran cuatro meses después. En ese entonces, el embarazo de Dulce María se encontraba bastante avanzado y, según trascendió a la prensa, la actriz decidió abandonar el proyecto, pues, lógicamente, temía por su salud y la de su bebé. Esa fue la razón de un cambio de actrices del que os hablé en el apartado anterior, algo que siempre es arriesgado y ante lo que existen dos opciones: o hacer como si no hubiera sucedido nada, al estilo de lo que ocurrió con Manolo Cardona y su llegada a Marina, o integrarlo de alguna manera en las tramas. En esta ocasión se optó por lo segundo, lo que es todavía más arriesgado si cabe. Sin embargo, salió muy bien, dentro de lo raro que es, ya que se justificó perfectamente y conllevó un interesantísimo giro de guion clave para enfocar los últimos capítulos.
En líneas generales, la segunda temporada de Falsa identidad tiene un buen ritmo, aunque peca de poca constancia, pues avanza a velocidad de crucero en determinados momentos y pisa el acelerador en otros. Quizás hubiera estado bien dosificar un poco los acontecimientos, aunque tampoco está mal concentrarlos en capítulos como el 56, que te deja pegado al sofá desde el segundo uno hasta el final.
La T2 de Falsa identidad concluye con un final cerrado para la mayoría de las tramas, incluso para alguna de las más tediosas, como la búsqueda del tesoro de Joselito. Una escena final que recuerda mucho a la de Bajo el mismo cielo, cierra esta historia, después de dos temporadas, con un “fin” superpuesto. Se agradece que no haya una continuación para evitar un desgaste en los personajes y las tramas, un desgaste que han sabido evitar en esta segunda parte, con ese cambio de tono, la llegada de nuevos personajes o un mayor protagonismo para algunos de los antiguos. Creo que es una bonita forma de garantizar un buen recuerdo entre quienes disfrutamos de los 171 capítulos que suman las dos temporadas.
TRAMAS: 4,2/5

MÁS COSAS
Supongo que el éxito de la primera temporada se tradujo en un aumento de presupuesto para la segunda. Solo así se explica que haya muchísima acción, con unos cuantos tiroteos, persecuciones y asaltos, todos ellos muy bien realizados. En ese sentido, los efectos especiales son incluso mejores que los que se usaban hasta hace unos años en El Señor de los Cielos, por poner un ejemplo de la misma casa.
Plano con dron en uno de los primeros capítulos

La realización es estupenda y se agradece, en especial, el uso que hacen de grúas y drones en las escenas de acción, lo que les da un extra de calidad. Hace unas semanas leía un artículo en el que su autor criticaba el uso de drones a la hora de filmar una película, cosa que no entiendo, porque está visto que, al menos en televisión, dan grandes resultados. Únicamente, por poner una pega, cabe comentar que un par de escenas de Dulce María están rodadas en chroma y que se nota un poco en la iluminación y en los planos, al simular que su personaje habla con otros y está en el mismo lugar que ellos, cuando no es así. También en el final parece haberse usado este recurso para incrustar a Amanda en las últimas tomas.
El Buitre y El Apá charlan en el patio de su hacienda

A ese gran nivel de realización contribuye un hecho en el que también se nota el aumento de presupuesto, y es que esta segunda temporada ha sido grabada en exteriores y localizaciones reales, dejando los decorados para tres o cuatro escenarios muy concretos. Es una gozada, visualmente hablando, deleitarse con la hacienda de Mateo y sus amplios salones, su casita anexa o con la hacienda de El Buitre y su inmenso patio interior. Los pocos decorados que hay son tan impecables que podrían pasar por interiores reales, como la comisaría de Hermosillo o los cuartos de hospital por los que pasan distintos personajes.
En lo que a musicalización se refiere, en líneas generales es la misma que la de la primera temporada, salvo por la incursión de dos o tres nuevos soundtracks y un cambio en Mi destino, el tema principal, que suma a la voz de Leha Martínez la de Renee Santana.
Los personajes de Fernanda y Mateo ven mejorado su vestuario

Sobre el vestuario, aplaudo que tanto Isabel como Fernanda hayan mejorado sus fondos de armario, aunque sin perder naturalidad a la hora de vestir. Hace dos años lamenté que no se sacase ni a Sonya ni a Camila y se las vistiese siempre con ropa muy parecida, lo que han subsanado en esta segunda temporada. También gana en vestuario Mateo, que se quita su traje de la policía para enfundarse en trajes propios de hombres de negocios, en su caso, negocios ilegales.
Celebro, ya para acabar, que la segunda temporada de Falsa identidad haya mantenido la riquísima variedad de acentos que había en la primera. Se escuchan, entre otros, la variedad del español mexicano hablado en el norte del país; la que se habla en el centro; el español peninsular, en manos de Rafael; el español hablado en Venezuela, con Gabriela; el que se habla en el norte de Colombia, a través de El Man, y hasta un poco de spanglish gracias a Scavo. Es una lástima que, como siempre, esta variedad de acentos se vea ensombrecida por la censura de palabras obscenas y no obscenas, como aquella putativa de la que os hablé hace unos meses.
MÁS COSAS: 2,8/3

En resumen, Falsa identidad se cierra con una segunda y última temporada que quizás no era muy necesaria, pero en la que todo se reabre para permitirnos volver a disfrutar de unos personajes redondos y unas tramas complejas, tras las que se adivina la esencia clásica presente en la primera temporada.
Si no habéis visto la primera, conviene hacerlo para disfrutar de la segunda, a diferencia de lo que sucede con otras telenovelas. Pienso que merece la pena.

–PUNTUACIÓN FINAL: 9–

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