A veces los responsables de las cadenas de televisión toman decisiones que cuesta
comprender, como la de dar luz verde casi a la vez a dos telenovelas para las
tardes cuando las tardes solo necesitaban una, como hicieron los directivos de
TVE cuando, a comienzos de 2017, aprobaron Servir
y proteger y Derecho a soñar
con apenas unos días de diferencia. No sé si fueron esos días de diferencia u
otras razones las que llevaron a TVE a estrenar Servir y proteger en abril de 2017 y a seguir rodando Derecho a soñar, a la espera de ver cómo
funcionaba aquella y, si lo hacía bien, como fue el caso, encontrar un hueco
para emitirla. En diciembre de 2017, Derecho
a soñar concluía el rodaje de sus 130 capítulos y esperaba ese momento de
ver la luz, que no llegó hasta el 21
de enero de 2019, a las 18:20 de la tarde.
Derecho a soñar, producida por BocaBoca, tenía todo para triunfar: una
historia original, un número de capítulos cerrado, una estructura novedosa, con
casos judiciales de por medio, y a los hermanos Boserman detrás de cámaras, responsables
de otros éxitos como Luna
negra, La
verdad de Laura o El
secreto. Estrenarla más de un año después de haberla rodado, con una
promoción que podría haber sido mejor y, sobre todo, hacerlo a las 18:20, la
mató. Hasta entonces, a esa hora La 1 emitía Centro médico, un producto audiovisual difícil de clasificar,
mezcla de factual, telenovela y hasta
con toques de falso documental. Ahí llevaba varios años, con datos no muy
brillantes, pero con un público muy fiel, que representaban en torno al 7,5% de
cuota, que dio la espalda a la nueva apuesta, que se estrenó con
una media de un 6% y unos 650.000 espectadores, un dato que fue a menos,
hasta rondar el
4% y, a veces, quedarse sin superarlo. Pienso que, de haberla programado a
las 16:00, como hicieron meses después con Mercado
central, se habrían asegurado un 8 o un 9% de cuota.
¿Por
qué no funcionó? A día de hoy, un año después de su final, sigo
preguntándomelo. Yo, que la vi al día, puedo deciros que tenía de todo para
enganchar, desde un asesinato sin resolver, a hijos secretos, una historia de
amor con una villana un poco loca y personajes para todos los gustos. Quizás la
lastraban un poco algunas tramas secundarias, pero en general, tenía ritmo y apetecía
seguirla. Entre los casos que llegaban al bufete donde transcurría la acción
había de todo, desde divorcios a herencias, pasando por temas de inmigración,
despidos, propiedad intelectual… Quizás faltaron asesinatos y cosas más
turbias, pero en el día a día de un despacho como el ZL&D lo que abundan
son casos como los que mostraba la telenovela. Vale, el trasfondo
jurídico-judicial dejaba cosas que desear, pero aun así, tenía un pase. A nivel
argumental, lo único que se le puede reprochar, porque no se resolvió nada
bien, es el desenlace, pensado seguramente para una continuación que jamás
llegará. Si queréis saber más de ella, os dejo la
crítica que publiqué hace un año, con el mínimo spoiler posible.
El
olvido de TVE para con esta
telenovela sigue, ya que, a diferencia de lo que suele ser habitual con lo que
producen, Derecho a soñar no llegó a
TVE Internacional, que tiene su público, especialmente en América. Tras el
éxito de Perdida en Netflix, quizás
sería un buen momento para programarla, aprovechando que la protagoniza Jon
Arias, que se ha dado a conocer allí gracias a esa serie, que a mí me recomendó
Jucovi y que no dejo de recomendaros, porque merece mucho la pena. Junto a Jon
se encuentra Alba Ribas, su pareja en la vida real, con la que encabeza un
elenco en el que se hallan, entre otros, Ana Risueño, Joaquín Climent, Jorge
Sanz y Álex Adrover.
Derecho a soñar es el penúltimo capítulo en la
historia de las telenovelas españolas, que después de tres años estoy a punto
de cerrar, con una última entrada que llegará en septiembre y que versará sobre
Mercado central.
Comentarios