Toca despedir otro año. Toca decir adiós a 2019 haciendo un repaso, como todos los
años, a las telenovelas vistas en los últimos 365 días. En mi caso, ocho han
sido las telenovelas que me han acompañado en estos últimos doce meses. Realmente,
ocho y un tercio, ya veréis por qué lo digo.
Aquí
está ese tercio del que os acabo de hablar. El 27 de enero terminaba esta
historia protagonizada por Angélica Vale, Diego Olivera, Alejandra Barros y Luis
Hacha, remake de la chilena Cuenta conmigo. Estaba producida por
Carlos Moreno, al que sigo desde hace una década, con guiones de Martha
Carrillo y Cristina García. Lo tenía todo para gustarme y me gustó muchísimo.
Una telenovela muy coral, con un reparto muy equilibrado de tramas entre
personajes principales y secundarios, entremezclando humor y ternura a partes
iguales. Son 76 capítulos que se pasan volando y te dejan un muy buen sabor de
boca.
Como
fiel seguidor de la saga, ahí estuve, un año más, para seguir viendo las
aventuras y desventuras de Aurelio Casillas y los suyos. Claro, que esta
temporada fue diferente: Aurelio sale de la historia a la mitad de la temporada
y llega Amado, su hermanastro. Rafael Amaya y Matías Novoa se repartieron el
protagonismo de esta temporada, que contó también con el regreso del siempre
infalible Robinson Díaz y la llegada de Guy Ecker, Carlos Bardem y Francisco
Gattorno, entre otros.
Mucho
fue lo que se dijo sobre esta temporada. A mí me gustó, puede que no tanto como
la quinta, pero no estuvo nada mal. Con Aurelio la historia mantiene su tono y
sin él se abrió a nuevos caminos como esa romántica relación que surge entre
Amado y Diana, prima de los Casillas, o los divertidos líos de faldas por los
que pasa El Cabo. Aun así, hay cosas prescindibles como el absurdo crossover con La Doña o la innecesaria vuelta de El Chema, ahora interpretado por
Alberto Guerra, que parecen pensadas para ir rellenando hasta los 90 capítulos
que finalmente tuvo.
En
2020 me reencontraré con los Casillas en la séptima temporada, que espero ver a
lo largo de la primera mitad del año.
Diez
años después de Lalola volví a ver
una telenovela española. Me decidí, en buena medida, porque Derecho a soñar había sido rodada en
2017 y porque programándola a las 18:30 horas era casi imposible que la
renovasen por una segunda temporada, como así fue. Tuvo 130 capítulos, con un
final muy abierto, teniendo en cuenta que sabían que era casi seguro que no
iban a renovar.
Alba
Rivas y Jon Arias protagonizaron esta historia, una telenovela con dos niveles,
argumentalmente hablando. Por una parte, las tramas personales; por otra, las
profesionales, fruto de que la historia transcurra en un bufete de abogados.
Por las primeras diría que es una telenovela al uso; por las segundas, una
telenovela con ciertas novedades. Vale que los casos que se abordan no son
espectaculares, salvo un par de ellos, y que el trasfondo jurídico deja
bastante que desear, pero aun así la forma en la que transcurren los casos
tiene su aquel. Los casos llegan al bufete de lunes y se resuelven de viernes y
la acción se liga a ellos hasta tal punto de que no se ven apenas fines de
semana y muchas cosas suceden, por ende, fuera de escena.
Sin
ser La ley del corazón, con la que
tan solo comparte ese trasfondo jurídico, Derecho
a soñar entretiene y, para mí, debió haber corrido con mejor suerte en
términos de audiencia y de programación, máxime teniendo en cuenta que la hemos
pagado entre todos, con nuestros impuestos.
Cuando
te hablan de una nueva historia original de Perla Farías, con un elenco en el
que están Luis Ernesto Franco, Camila Sodi, Sergio Goyri, Samadhi Zendejas,
Sonya Smith, Alejandro Camacho, Eduardo Yáñez y Álvaro Guerrero, entre otros,
toca verla. Y toca verla con expectativas altísimas, como fue mi caso. Me
encantó. Para mí, lo mejor que he visto en este 2019.
Una
telenovela tradicional, de las de toda la vida, que rompe justamente ese
carácter tradicional gracias a un trasfondo en el que se mueve, presidido por
el narcotráfico, y con unos protagonistas antiarquetípicos: ella y sus hijos son víctimas del maltrato de su
marido y él es un hombre que vive del trapicheo de gasolina.
El
magnífico ritmo de las tramas, los continuos giros que dan y lo bien perfilados
que están los personajes hacen que esta telenovela se disfrute muchísimo y que
sus 91 capítulos se pasen volando.
Telemundo
anunciaba esta primavera lo que ya se sabía desde hace meses: habrá segunda
temporada. ¿Es necesaria? A priori,
no, porque tal y como acaba, salvo por un par de detalles, está todo cerrado y
bien atado. Pero bueno, habrá que verla para opinar.
Este
2019 me atreví con las bionovelas y me inicié con esta, que Televisa emitió
hace unos meses pese a tenerla lista ya desde finales de 2017. Itatí Cantoral
se luce como Silvia Pinal en esta historia, que a lo largo de 21 capítulos
recorre los setenta primeros años de la primera actriz mexicana.
Es
impresionante el trabajo que hay detrás de esta historia, en todos los
sentidos, desde el guion a la caracterización, pasando por la musicalización o la
realización. Gracias a sus 21 capítulos conseguí conocer un poco más a Silvia
Pinal, de cuya vida y trayectoria profesional solo sabía unas pocas cosas.
También aprendí muchas cosas de historia y de música, con lo que, en ese
sentido, esta bionovela me dejó más que satisfecho.
Argumentalmente,
Silvia Pinal, frente a ti se
desarrolla bien, con ritmo, seleccionando distintos momentos relevantes en la
vida personal y profesional de la actriz. Que la propia Silvia sea el hilo
conductor de los acontecimientos es un lujo, igual que lo son sus pequeñas
intervenciones en cada capítulo.
Tras
esta experiencia no descarto seguir viendo bionovelas, sobre todo si tienen el
nivelazo que tuvo esta, que me encantó.
Aquí
termino esta primera parte del repaso a las telenovelas que vi en 2019. Mañana
sigo con otras cuatro: El Barón, La ley del corazón 2, Bolívar y La usurpadora.
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