MI VIDA Y LAS TELENOVELAS: El restaurante que igual no era un restaurante

Las telenovelas tienen un poder maravilloso en virtud del cual podemos evocar recuerdos de aquello que hemos vivido, incluso momentos raros, muy raros, como el que me evocó esta escena de la T2 de Enemigo íntimo:


Martín (Aitor Luna) accede en Vigo, el real, a un restaurante que no es un restaurante, sino un local decorado como tal en el que El Picheleiro (Luis Zahera) se encarga de traficar con droga y cerrar distintos negocios. Obsérvese que el local se encuentra en un edificio de dos plantas, frente al mar. Desconozco el lugar exacto en el que se ubica, pero sus características y lo que se ve en el local me recordaron inevitablemente a algo muy parecido que viví no muy lejos de Vigo hace casi once años.


Cambados, Pontevedra. 1 de septiembre de 2010. Cuatro personas caminamos por el paseo marítimo de la localidad bajo un sol abrasador. Son las cinco de la tarde y uno de nosotros sugiere buscar un sitio en el que tomarnos algo que nos alivie el calor. La fotografía que tenéis sobre estas líneas es de aquel día, de una calle cercana al ayuntamiento y muy próxima al mar.
Tras pasar frente a varias tiendas de menaje y artículos para el turista, desde el paseo marítimo vemos un restaurante con la puerta de cristal, en el bajo de un edificio de planta y piso. En el interior del restaurante se observa una nevera azul, de esas que suelen contener helados. "¡Mira, ahí seguro que tienen helados y no parece que esté muy concurrido!", exclama uno de los cuatro. Nos vamos para allá, abrimos la puerta y nos encontramos con un restaurante en el que todas las sillas están puestas patas arriba sobre las mesas. En la estancia solo hay dos hombres, uno en la barra y el otro de pie, frente a la puerta, mirando la televisión. Los dos llevan traje y corbata, lo ideal para un día de 24 o 25 grados. "¿Qué queréis?", nos pregunta, muy serio, el que miraba la tele. "Unos helados, cuatro si puede ser", digo, con cierto temor. El hombre se va y le sigue el que estaba en la barra. "Pero a dónde van, si tienen aquí la nevera", susurra uno de mis acompañantes. Desaparecen. Bajamos cuatro sillas y nos sentamos en torno a una mesa.
Esperamos cinco minutos y no llegan. Nos quedamos otros cinco y tampoco. A varios de nosotros comienza a preocuparnos aquello. Yo me pongo nervioso, saco mi móvil y reproduzco un tono de llamada. Finjo que estoy hablando con el conductor de un supuesto autobús que nos espera en una cercana estación de autobuses. No hay tal cosa, pero bien dicen que la necesidad (¿o el miedo?) agudiza el ingenio. Quienes me acompañan secundan mi farsa. Nos vamos. Caminamos a paso ligero para perder de vista el restaurante. "¿Qué sería eso?", pregunto entonces a mis acompañantes. Nadie da una respuesta clara. Casi once años después, sigo sin tenerla, aunque me hago una idea de lo que podía ser.

Esta escena de la T2 de Enemigo íntimo me hizo recordar aquello tan extraño que viví en Cambados. El restaurante de la escena era igual que el que conocí, también situado a escasos metros del mar. También con dos hombres que podrían ser escoltas o guardianes de alguien más importante. "Tuvimos suerte de que no nos mataran", me dijo una de las personas que me acompañaba aquel día cuando lo recordamos hace unos años, al hilo de la serie Fariña. Un restaurante con nevera para helados, pero sin helados; un restaurante en el que nuestra presencia era incómoda y así nos lo hicieron saber, muy sutilmente, dejándonos solos, sin atender a nuestro encargo.
Una anécdota que he disfrutado volviendo a recordar gracias a Martín y a esa situación tan parecida que vive en la telenovela, con la gran diferencia de que él sí era consciente en dónde se metía. Nosotros, no.
No dejéis de visitar Cambados, es una ciudad preciosa. He visto las fotos de aquel viaje y me han dado unas ganas enormes de volver. Se nota que el cuerpo pide ya vacaciones, aunque todavía quedan unas semanas por delante.

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