El otro día fui a una especie de conferencia que dio uno de los periodistas más
destacados de La Nueva España, el
diario regional más leído de Asturias y el noveno o décimo a nivel nacional. La
charla versaba sobre los problemas y riesgos del periodismo con esto de
internet y aunque no estuvo mal, no comparto muchas de las cosas que dijo sobre
aspectos como los errores.
“No
se pueden permitir errores ni erratas en aquello que se va a publicar, aunque
tengamos un corrector que nos lo revise”, apuntaba. “El público nos puede tomar
por poco profesionales. Podemos quedar muy mal si se nos cuela algo que no es
del todo correcto”. Vale. Quizás haya que evitar el error, pero meter la pata
no invalida a quien lo hace, sino que le puede hacer un mejor profesional si
sabe aprender de la experiencia.
Todos
somos humanos y todos nos equivocamos. Da igual que se revise más o menos un
texto, que se comprueben mucho o poco los datos que pueda tener, que al final,
siempre se nos escapa algo. Es muy difícil tener un control de todo lo que se
escribe y publica. Os lo dice alguien que lleva blogueando mucho tiempo y a
quien esto de equivocarse le pasa de vez en cuando. Sin embargo, en contra del
criterio de este periodista, a mí me gusta meter la pata de vez en cuando.
Equivocarse
tiene muchas cosas positivas. La primera, que te corrijan. Me encanta que me
corrijáis ya que demuestra que habéis leído con detenimiento aquello en lo que
se encuentra el error. La segunda es la más importante: del error se aprende, y
mucho. Si por lo que sea escribí que tal telenovela tiene 100 capítulos y tiene
en realidad 102, como me pasó una vez con Caer
en tentación, ese dato que me aprendo. Lo mismo si digo que tal actor es
poco conocido en España y alguien me comenta que se emitió aquí una telenovela
en la que salía y de la que yo no recordaba su emisión, como también me ha
pasado. Documentarse está bien, hay que hacerlo, pero a veces es imposible
documentarse sobre todo lo documentable –en ese caso ir mirando una por una qué
telenovelas de ese actor se emitieron en España y cuáles no– y tirar de memoria
hace que uno a veces se equivoque.
A veces el error está en escribir, documentándose, pero con la cabeza en otra parte. Recuerdo aquel gambazo que tuve de confundir a Leonardo García con Marcelo Buquet al hilo de La hija pródiga… ¡Y tenía delante de mí la Wikipedia, con el reparto completo de la telenovela! En otras ocasiones, las menos, el fallo puede estar en que la propia documentación está mal y uno la toma como buena, sin serlo. En una de las primeras entradas de este blog me pasó: atribuí una telenovela a un productor –así figuraba, ojo, en IMDB– y no lo era. Existen casos en los que el error viene de un lapsus, como aquel “de la telenovela española La ley del corazón” con el que introduje un gazapo hace un tiempo. Lo curioso es que errores como estos últimos, aun revisando las entradas antes de que salgan publicadas, suelen pasárseme por alto.
A veces el error está en escribir, documentándose, pero con la cabeza en otra parte. Recuerdo aquel gambazo que tuve de confundir a Leonardo García con Marcelo Buquet al hilo de La hija pródiga… ¡Y tenía delante de mí la Wikipedia, con el reparto completo de la telenovela! En otras ocasiones, las menos, el fallo puede estar en que la propia documentación está mal y uno la toma como buena, sin serlo. En una de las primeras entradas de este blog me pasó: atribuí una telenovela a un productor –así figuraba, ojo, en IMDB– y no lo era. Existen casos en los que el error viene de un lapsus, como aquel “de la telenovela española La ley del corazón” con el que introduje un gazapo hace un tiempo. Lo curioso es que errores como estos últimos, aun revisando las entradas antes de que salgan publicadas, suelen pasárseme por alto.
Equivocarse
tiene un tercer aspecto positivo, al permitir demostrar eso de que de humanos
es errar y de sabios, rectificar. Se aprende también a evitar ciertas cosas,
aunque, como os digo, obsesionarse con evitar el error, para mí, no tiene
sentido alguno. Y aunque haya puesto ejemplos de errores de contenido, podéis
sumarles mis meteduras de pata en las tablas de los juegos o mis fallos a la
hora de programar entradas, que no dejan de ser también cosas de las que se
aprende, aun cuando de vez en cuando se me escapen algunos puntos o programe
mal una entrada.
No
tiene nada de malo equivocarse y agradezco mucho que me lo digáis, no os
cortéis nunca. Ya lo dijo Macedonio Fernández: “la errata es una intervención del azar que mejora al original”. Para mí, el error también lo es.
Comentarios