Quería
contaros esta historia, pero no sabía cómo hacerlo. Pensé en introducir un
narrador en tercera persona, pero no me parecía correcto. ¿Por qué iba a contar
en tercera persona una historia que yo mismo viví y coprotagonicé, como quien
dice? No tenía sentido… Finalmente, consideré como mejor opción contaros la
historia con un narrador en primera persona.
Esta,
mi historia, comienza al más puro estilo de cualquier telenovela que se precie,
hace seis años: el 21 de enero de 2011. Siempre he tenido contactos y me han
invitado a muchos eventos que se realizan a nivel local, e incluso a alguno
regional. Aquel año me habían propuesto ser parte de uno de los jurados de un
festival de cortometrajes. Me lo habían propuesto también el año anterior, pero
una faringitis me había imposibilitado ir. Junto a mí, también habían llamado a
un buen amigo mío, Saúl, y a otra chica, Adriana, con la que también tenía algo
de trato. La tarea era sencilla: tres tardes de un fin de semana viendo
cortometrajes de una determinada categoría y valorando.
Como
os decía, todo comenzó aquel 21 de enero. Había quedado con Saúl para llegar
juntos al auditorio donde se realizaban las proyecciones. Entramos justos de
tiempo, con la sala a oscuras y a punto de comenzar la sesión. En una de las filas
vi a una chica morena, de pelo largo, sentada sola. Creyendo que era Adriana,
bajé, con Saúl hasta aquella fila. Me senté a su lado sin tan siquiera mirar
para ella. Después de sentarme me di cuenta de que no solo no era Adriana, sino
que además parecía incomodada porque un extraño, yo, se había sentado a su
lado. Era una sensación rara y traté de romper el hielo, con cuatro preguntas
un tanto triviales. El ambiente se relajó y por fin pude detenerme a
observarla. No creía en los flechazos, pero algo, no sabía el qué, estaba
sintiendo. Por cómo hablaba, por su mirada, su sentido del humor… ¡Me enamoré
casi instantáneamente!
Allí
estuvimos durante casi tres horas, comentando los cortometrajes y disfrutando
la experiencia. Saúl se tuvo que ir cosa de una hora antes de que terminase la
sesión, ya que aquella noche celebraba su cumpleaños con una cena en un
restaurante que estaba no muy lejos de allí, a la que yo estaba invitado, y a
la que le dije que llegaría después de que terminase la sesión.
Eran
casi las diez de la noche cuando valoramos los cortos que habíamos visto. Fue
entonces cuando supe que ella se llamaba Martina y ella conoció cómo me llamaba
yo (puede parecer muy disparatado, pero no lo habíamos hecho en las dos horas y
pico que habíamos pasado juntos en el auditorio). Hacía frío y nos fuimos a
tomar un café. Seguimos charlando durante una hora más. Nos despedimos, se fue
a su casa, al lado del auditorio, y, no sé cómo, me acordé de la cena de Saúl.
Fui para allá con una sensación indescriptible, esa que provoca el amor. Estaba
como en una nube.
Llegué
al restaurante, y ya estaban por los postres y más que bebidos. “Vaya tía más guapa la de los cortos,
mañana me siento yo a su lado”, me espetó Saúl, quizás el que más había
bebido. Me dio tanta cosa aquello, que le espeté “siento decirte que es lesbiana, se fue con una chica a la que abrazó y
besó a la salida del auditorio”. Se quedó cortado y yo algo más tranquilo.
No
dormí aquella noche, pensando en Martina y las dos sesiones restantes me
sirvieron para conocerla más y ver que estábamos hechos el uno para el otro.
Nos agregamos como amigos en las redes sociales y además, al término de la
última sesión, intercambiamos nuestros números de teléfono, a fin de seguir
manteniendo el contacto.
Nos
seguimos ‘conociendo’ durante más o menos dos meses más, viéndonos una o dos
veces a la semana, yendo al teatro (uno de los muchos intereses en común que teníamos),
a tomar algo y haciendo cosas como dos buenos amigos. Hablábamos, eso sí, todas
las noches a través de las redes sociales. Comenzamos a salir formalmente en
marzo. En aquel entonces ella me contó algo que no me había contado: tenía un
blog un tanto personal. Me invitó a leerlo y, cuál fue mi sorpresa, encontré
una entrada del 22 de enero de aquel año en la que afirmaba haber disfrutado
con la experiencia en el festival, encontrando en el jurado gente “maravillosa con la que comparto muchas
cosas en común”.
Sobre
Saúl, diré que aquello que dijo no fue más que una cosa ‘graciosa’, de esas que
dicen las personas cuando están bebidas. Yo sé por qué lo digo… Ya os contaré
su historia, que merece la pena contarla. Que nadie se preocupe, que seguimos
siendo amigos.
Martina
y yo estuvimos saliendo varios años, pero la vida no es una telenovela y
nuestra historia se terminó. No hubo terceras personas, aunque sí que una
temporada que pasamos ella en una ciudad y yo en otra, viéndonos poco, afectó a
la relación.
Pese
a ello, no tengo reparos en confesar que sigo queriendo a Martina, deseándole
lo mejor, por haber sido una persona muy importante en mi vida, y por haberme
devuelto la ilusión en una época en la que además andaba bastante saturado y un
tanto amargado.
Siempre
nos quedará, también, como nuestra canción, el tema de una telenovela de
aquella época, que se hizo muy popular.
La
imagen que acompaña esta entrada es una fotografía del auditorio, aquel 21 de
enero, extraída de un diario local. Martina, Saúl y yo salimos en ella. Eso sí,
que cada cual nos ponga el rostro que quiera.
Comentarios
Me he quedado gratamente sorprendida de que nos hayas contado tu historía.
Tambien deduzco que erés muy dulce y agradable. Siento que se haya acabado.....porqué siempre duele, cuando hay sentimientos de verdad!
Pero te puedo asegurar por mi propia experiencía, que dentro de un tiempo estaras mejor....y cuando tengas tu pareja y formes una familia....todo será parte de tu vida...y todo nos va bien para madurar, aconsejar y contarlo.....como has hecho con tus seguidores del blog.
Animo Gafemo, y gracias por tu sinceridad!
Hoy te envio un abrazo muy fuerte!
Animo que el tiempo traera la calma
Saludos
No sé de qué os sorprendéis, sinceramente. Con la de cosas que os cuento de mí, ¿cómo no iba a contaros esta historia, que además creo que es muy bonita?
Quiero decir que el final tuvo lugar hace cosa de algo más de tres meses. No nos hemos visto más, pero seguimos siendo amigos en las redes sociales y conservando nuestros números de teléfono y conociendo como conozco a Martina, estoy seguro de que si nos encontramos por la calle acabaríamos tomándonos un café y hablando de nuestras vidas.
Por cierto, Martina es una licencia. No es su verdadero nombre, igual que tampoco Saúl es Saúl o Adriana es Adriana. Hay que cuidarse con estas cosas, que hoy en día por cuatro duros te demandan por cualquier cosa, por muy amigos que sean.
Estoy seguro de que dentro de una temporada os contaré una nueva historia... O igual la continuación de esta... El destino -y lo sabemos los que vemos telenovelas- es muy caprichoso... Quién quita...
Saludos!