A Alberto Gómez (guionista al servicio
anteriormente de Venevisión, ahora en Azteca) todo el mundo le conoce. Hay
gente que se confiesa fan de sus telenovelas, y hay otros que hemos visto
algunas y que nos da igual y que vemos la telenovela solo por reírnos de los
personajes y ver cómo acaba la villana de turno (en eso sí que es un experto,
en acabar con villanos de maneras terribilísimas).
“Corazón
apasionado”
(Venevisión-Univisión, 2011) fue una de esas obras escritas por Alberto Gómez.
No la vi entera (de hecho solo vi un par de capítulos) pero lo poco que vi me
sirvió para darme cuenta de que aquello no tenía ni pies ni cabeza y que era
mejor dejarlo.
Comencé a verla cuando la estrenó TVE
hace dos años y, lo dicho, no pude. Para mi gusto, un bodrio. En primer lugar
era todo muy extraño… Marlene Favela se interpreta a sí misma en los primeros
capítulos cuando era adolescente, habiendo una escena muy ridícula en la que
está escribiendo en su querido diario sobre su novio Marcos. Vale que Marlene
se conserva bien, pero para interpretar a una jovencita ya canta un poco. Y
luego, cuando aparece Guy Ecker, me llamó la atención que todo el mundo lo
trata como el típico joven capataz de hacienda mexicana (o miamense, en este
caso).
Lo mismo que dije de Marlene lo digo
de Guy: se conserva bien, pero no para interpretar a un personaje al que todos
tratan como a un joven. Y junto a ellos, la Dosamantes dando voces (sólo me ha
medianamente gustado en “Marina”, y
porque su personaje va perdiendo peso según avanza la trama).
Nunca entendí cómo llegó a venderse
medianamente bien esta telenovela, que se emitió incluso en Rumanía o
Eslovaquia. No lo sé, aunque quizás fuera debido a su gran elenco encabezado
por Marlene Favela, que tiene un gran tirón desde “Gata salvaje” y Guy Ecker, que vio renacer su carrera con “Eva Luna” (que también era bastante mala,
pero no tanto como “Corazón apasionado”).
Tampoco entendí cómo lograron que actores consagrados como Lorena Meritano o
Luis José Santander, que eligen bien sus proyectos, acabaron recayendo en este circo en el que
pasaba de todo, eso sí, en 111 capítulos, que viene a ser la mitad de la
duración de las primeras telenovelas de Alberto Gómez.
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