En
esta ocasión quiero hablaros de una telenovela que prometía y mucho. Prometía
por el gran elenco que tenía (pese a contar también con algún modelo jugando a
actor). Prometía por ser una producción de Carlos Sotomayor (el productor de,
entre otras, “La mentira”). Prometía
porque nos la vendieron bien, muy bien, en los promos. Prometía ser una
superproducción, la telenovela del año, pero eso, prometía… Hablo de “El Talismán”.
“El Talismán” fue una telenovela producida por el
dúo Venevisión-Univisión y rodada en 2012 en Miami.
Hablaba
de que tenía un gran elenco. Lo tenía, en efecto. Destacaban los nombres de
Rafael Novoa, Marcela Mar, Julieta Rosen, Karyme Lozano, Sergio Reynoso o
Roberto Vander, por citar algunos. Tenía también a figuras de la talla de Blanca
Soto o Aarón Díaz, que más que actores son modelos.
Tenía
también unas localizaciones preciosas, con un rancho guapísimo como telón de
fondo. Entonces, ¿qué falló? Pues está claro, la historia en sí.
Y
es que “El Talismán” es una
telenovela que hay que coger con pinzas. Empieza con un enamoramiento surgido a
raíz de un flechazo muy poco creíble. Además, más que ambientarse en Miami
parece que se ambienta en cualquier hacienda de México (parece más de Televisa
que de Venevisión). Los malos estaban exageradísimos, especialmente Julieta
Rosen, a la que vi muy gritona (quizás influyó que para mí siempre será la
adorable Regina Soberón de “Cuando me
enamoro”). Los acentos, cada cual con el suyo, y en medio de todo esto,
Aarón Díaz enseñando carne.
Aguanté,
porque me venía bien el horario, la primera semana en su primera emisión en
Nova. No pude más. Me pasó algo así como lo que me pasó con “Eva Luna”, que en
su día dejé de ver porque me aburría soberanamente. En
esta igual, por decir que no llegué a más de cuatro o cinco capítulos.
No
fui el único. En Estados Unidos fracasó pese a su exitoso arranque, y aquí en
España pasó con un aprobado alto, también con más audiencia al principio. Ni
los escándalos con la posible marcha de Novoa ayudaron a que la gente se
interesase por un producto que, al principio, tenía muy buena pinta. Hubo que
degustarlo para ver que no sabía tan bien como pintaba.
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